Mientras las aguas del río Pilcomayo comienzan a bajar tras la histórica crecida, las comunidades de Santa Victoria Este enfrentan una crisis humanitaria que parece lejos de resolverse. Ariel Martínez, presidente de la comunidad Mistolar, expuso la dramática situación que viven cientos de familias, muchas de las cuales perdieron todas sus pertenencias y permanecen refugiadas en las márgenes de las rutas.
"Hay niños que llegaron con lo puesto: un pantalón corto y unas zapatillas", relató Martínez, describiendo el estado de vulnerabilidad extrema en que se encuentran los afectados en Santa Victoria Este. Las escuelas de la zona, como en Misión La Paz -una de las áreas más golpeadas-, permanecen inhabitables, cubiertas de barro y sin condiciones para recibir alumnos.
El líder comunitario reconoció la visita del gobernador Gustavo Sáenz y la primera ayuda enviada por el ministro de Desarrollo Social, Mario Mimessi, pero cuestionó que "la asistencia se detuvo cuando bajaron las aguas". Según su testimonio, las autoridades no habrían dimensionado la real magnitud del problema: "El gobernador aterrizó en Santa María, pero no vio lo que realmente pasa en cada comunidad".
Con familias de Santa Victoria Este aún sin poder regresar a sus hogares y necesidades básicas insatisfechas, Martínez alertó sobre la urgencia de proveer agua potable, alimentos, ropa, colchones y plásticos para protección contra las lluvias.
La preocupación se agrava ante la posibilidad de nuevas crecidas del río, que podrían empeorar la ya crítica situación de estas poblaciones fronterizas, históricamente vulnerables a las inundaciones. Mientras tanto, las comunidades esperan respuestas concretas que vayan más allá de las visitas protocolares y se traduzcan en ayuda efectiva para reconstruir sus vidas tras el paso devastador de las aguas.