Una de las postales más argentinas de la historia se produjo el 19 de junio de 2018 en la Plaza Roja de Moscú. Unos tres mil compatriotas, con camisetas celestes y blancas, se unían preocupados en un solo grito. La Selección había debutado con un triste empate frente a Islandia en el Mundial de Rusia y para colmos Messi había errado un penal. Pero no era esa la mayor decepción. El dólar, esa bestia negra del ser nacional, había subido hasta los 23 pesos y en la hinchada se dejaban oír los primeros reclamos hacia el gobierno de Mauricio Macri.
“Bajame el dólar, la puta que te parió…”, era la estrofa más convocante de los turistas mundialistas, quienes no querían saber nada con conocer el Kremlin o el gran Teatro Bolshoi. Con sus Mc Donalds y sus Ikeas, Moscú se quería parecer a New York. Y Vladimir Putin todavía no pensaba en bombardear Ucrania.
Ninguno de ellos se imaginaba que la Selección no iba a pasar de octavos en aquel torneo maldito, ni que aquel dólar de 23 pesos un día iba a provocar nostalgias. En el país sin remedio, seguiría subiendo hasta pasar los 300 pesos para cuando llegara el Mundial de Qatar, cuatro años y muchas devaluaciones después.
Hay quienes creen que los mundiales de fútbol y la economía argentina no se llevan bien. Pero el problema es más de fondo. Los mundiales pasan y la economía argentina no se arregla. Mientras se juegan las copas, siempre hay una nueva crisis. Y todo indica que los días de Qatar no van a ser una excepción.
Ni la goleada 5 a 0 en el amistoso previo de la Selección frente a los Emiratos Arabes fue suficiente para ablandar el corazón de acero de los mercados. En los últimos días, hubo tres alertas que volvieron a encender todas las alarmas que intenta controlar el ministro de Economía, Sergio Massa. Ninguna magia le alcanzó.
-La primera de las alarmas se produjo el jueves de la semana pasada. El Banco Central licitó $978.000 millones de pesos en Letras de Liquidez (Lelics), pero los inversores solo le renovaron el 61% de los vencimientos. Muy mala noticia. Demasiados pesos dando vueltas. Los mercados tomaron nota y empezaron a apuntarle a los dólares financieros y al dólar blue. Se acababa una tranquilidad de tres meses.
-Previsiblemente, el dólar blue volvió a subir y pasó la barrera de los 300 pesos. El dólar bolsa (MEP) llegó a $310 y el Contado con Liquidación a $325. En todo noviembre, el Banco Central ya había vendido más de U$S 600 millones para evitarlo. El panorama que tiene ahora por delante el Gobierno es más complicado que el del equipo de Scaloni.
-La tercera señal la dio el Indec, pero esta no provocó ninguna sorpresa. Anunció un 6,3% para la inflación de octubre, con lo que la proyección anual ya alcanzó el 88%. Eso significa una sola cosa: solo un milagro podría evitar que la inflación de noviembre y diciembre no sumen lo necesario para llegar al 100% anual, un récord que la Argentina no alcanza desde la preconvertibilidad de 1991.
Hay que reconocer que quien mejor explicó todas estas dificultades fue el viceministro de Economía, el economista Gabriel Rubinstein. El domingo pasado, en una entrevista con Manuel Adorni en radio Rivadavia, alertó sobre los riesgos de que la economía argentina pueda caer en “una hiperinflación”.
Rubinstein, muy respetado como especialista en macro economía, ya se había lamentado unos días antes en el Congreso porque el país se apartó de los superávits gemelos conseguidos en la etapa de Roberto Lavagna (gobiernos de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner). Esa comodidad discursiva, más propia de un académico que de un funcionario de un gobierno en crisis, le valió a Massa un reproche de Cristina Kirchner. “Ella ya le pidió a Sergio que lo hiciera callar al viejo”, dijeron después dirigentes kirchneristas, muy despectivos con el compañero de gestión.
Nadie sabe si Massa finalmente le habló o no para hacerlo callar. Pero lo cierto es que Rubinstein volvió a hablar y, muy suelto de cuerpo, explicó el frente de tormenta de los últimos días. Lo hizo el martes último, en el Simposio de Mercado de Capitales que celebró el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF). No se trataba, claramente, de una cita secreta ni mucho menos.
“Es para pegarse un tiro como nos apartamos de una economía ordenada”, volvió a lamentarse Rubinstein por aquellos días en los que no había déficit fiscal como ahora, les quiso decir, como el déficit de Alberto y Cristina. Pero si el viceministro ya había dicho una de las palabras prohibidas para un funcionario (”hiperinflación), entre los financistas se atrevió con otro tabú.
“Hay un déficit que se financia monetariamente y es una presión inflacionaria permanente. Hay que estar fuerte fiscalmente, hay que tener músculo con reservas y hacer un acuerdo de precios”, explicó Rubinstein, para rematarlo con otra definición potente. “No es posible salir del cepo ahora; si haces una devaluación y sale mal, es un Rodrigazo”. En la televisión, sonaría así: “chan”.